Segunda parte del viaje a Berlín
| Murallas de Babilonia |
| Altar de Pérgamo |
| Altar de Pérgamo |
El tercer día lo dedicamos a museos. Primero el Neues Museum donde está el maravilloso busto de Nefertiti. Sólo por eso merece la pena entrar. La Catedral de Berlín, protestante, fue el refugio del día ya que, el controlador del acceso, un cubano muy simpático llamado Pedro, nos dejó entrar por la puerta de salida y nos sentamos un rato en los bancos. Hacíamos tiempo para la visita concertada del día, el Museo de Pérgamo. Juan, nuestro guía, nos explicó con detalle las maravillas que hay dentro. Sólo tiene 3 salas y es la primera vez que oigo que se construyera un museo alrededor de una obra de arte, así literalmente. Pero una vez dentro se comprende perfectamente. Grandiosas las murallas de Babilonia. Todavía estoy impactado. Así se quedarían las personas que cruzaran el desierto y de repente se encontraran con un camino amurallado durante unos 200 metros hasta que llegaban a las puertas de esta mítica ciudad. Y eso que las murallas que vemos son las pequeñas. En los sótanos del museo permanecen sin montar las murallas que conformaban el perímetro interior de la ciudad debido a su descomunal altura. Y el altar de la ciudad de Pérgamo, que da nombre al museo, impresiona. Es un museo que hay que conocer. Imprescindible.
Salimos en dirección al barrio judío, lo que queda de él, no es muy grande. Según nos dijeron no había muchos judíos en la ciudad de Berlín, unos 175.000. Tras el paso de Hitler y sus secuaces quedaron 6.000. A lo largo de nuestra caminata observamos en el suelo unas plaquitas con unos nombres. Nombres de aquellos judíos que eran detenidos y deportados a los campos de exterminio. Estas plaquitas están delante de las casas que habitaban. Escalofríos. Dolor. Angustia. Terminamos la tarde en la Alexanderplatz y vuelta al hotel. Descanso y a Maximilians. Sitio muy recomendable.
| Barrio holandés |
| Colonia rusa |
| Brandenburgerstrasse |
Barrio holandés, colonia rusa, Brandenburgerstrasse, palacio de Sanssouci…Una delicia y, si además, te toca como guía una persona como Celia, entonces lo bordas. Todo acompañó para que fuera un día maravilloso e inolvidable. Esta visita merece todo un día y que la conozcáis, así que no cuento nada más. Muchas fotos tentadoras. Hay que ir.
| Barrio de San Nicolás |
Llegamos de vuelta a Berlín a media tarde y todavía era de día así que, a pesar del cansancio, decidimos continuar nuestra visita a la capital alemana por el barrio de San Nicolás. Muy pequeñito, son tres calles detrás del conocido Ayuntamiento rojo de la ciudad (por el color de los ladrillos, que sois unos malpensados) pero precioso, como de cuento. Hicimos una pequeña parada, bueno, para Eugenio, Josele y el que suscribe no fue tan pequeña, en una cervecería que elabora su propia cerveza. Había rubia y morena. Elegí morena, dunkel. Creo que me bebí un litro y sin nada de comer ni de picar, así que fui a la cena dispuesto a comerme una vaca y parte de otra y fue la peor cena del viaje. Como ya estábamos de salchichas y filetes empanados un poco cansados, decidimos ir a un italiano. El primer plato lo devolví porque los gnocchi estaban quemados. Teníais que ver al menda explicando esto en una mezcla de inglés y alemán que por poco me traen otro plato con mantequilla. Así me expliqué y así me entendieron. Yo que soy intolerante a la lactosa. Al final me trajeron unos linguini que nadaban en caldo de pescado y que me comí (no pude con todo) por no liarla de nuevo. Salvo la pizza que estaba muy buena, según me dijeron, los demás tampoco tuvieron suerte con los platos elegidos. Eso nos pasa por elegir un italiano en Berlín.
| Tramo del muro |
La mañana del último día la dedicamos a la Topografía del Terror. La verdad es que este día fue terrorífico para mí por circunstancias personales que no vienen al caso y que no voy a contar porque no quiero herir la sensibilidad de mis lectores. Debido a esas circunstancias perdí la cámara de fotos y no la he recuperado hasta 3 semanas después y por fin he podido subir fotos al blog.
En conclusión, Berlín tuvo que ser una maravilla. Hoy es una gran ciudad que trata de encontrar su señas de identidad en la modernidad. Una ciudad con muchas obras, con mucho suelo barato (todo el que ha liberado la destrucción del muro). Es una mezcla de edificios modernos, muy modernos y edificios de estilo soviético, muy pocos de estilo imperial y alguna calle de lo que yo creo que es el estilo alemán. Algo tiene que tener esta ciudad para haber superado los 15 millones de visitantes de Roma. Un par de plazas bonitas, la cúpula de cristal de Foster, la Puerta de Brandemburgo y el Tiergarten, la avenida Unter den Linden, el Museo de Pérgamo, Nefertiti, mucha salchicha, mucha cerveza y Potsdam. Ay, Potsdam.
viernes, 28 de marzo de 2014
Berlín, una ciudad buscando su identidad
Nos alojamos en el Eurostars Berlín situado en un sitio estratégico. Se puede ir andando a casi todo lo visitable en la capital alemana ya que está situado en la Friedrichstrasse, en Berlín Mitte. Vamos, el centro centro. A 50 metros de la puerta hay una parada de metro, una estación de tren, paradas de tranvía y autobuses. Comodísimo. Y, además, el personal tanto de recepción como de cafetería habla español. Muy amables y serviciales y en tu propio idioma. Un gustazo.
Desde el hotel nos pusieron en contacto con una empresa, Culture and Touring , que nos ofreció diversas excursiones por la ciudad. Su propietaria, Pilar, es todo amabilidad y su predisposición a resolver problemas y aclarar cuantas dudas y sugerencias es infinita. Después de varias propuestas nos preparó unas cuantas visitas, todas excelentes. Muy recomendable.
| Reichstag |
El primer día lo dedicamos a recorrer el Berlín histórico. Nada más llegar del aeropuerto al hotel, nos recogieron en recepción, comodísimo eso de no tener que desplazarse a otro sitio para empezar una excursión, a la hora prevista e iniciamos el itinerario previsto con nuestro guía. Todo a pie. Pero no habíamos comido y necesitábamos algo, así que primera currywurst (salchicha con curry típica de Berlín) y al ataque. Nada más salir del hotel nos paramos en la antigua estación de tren en la frontera entre el Berlín Occidental y el Oriental. Seguimos andando hasta el Parlamento, hoy Bundestag y antes Reichstag, nos quedamos fuera ya que teníamos concertada visita a la mañana siguiente, de ahí encaminamos nuestros pasos a la famosa Puerta de Brandemburgo y, sin solución de continuidad, al Monumento a las víctimas judías del Holocausto. Lo matizo porque en esto los alemanes son desgraciadamente iguales a los españoles. No hay un monumento a todas las víctimas sino muchos monumentos a distintos colectivos de víctimas. A pocos minutos se encuentra el lugar donde estaba el bunker de Hitler. No queda nada a la vista y no hay nada construido en el lugar, no por respeto o miedo a la memoria histórica sino que como no pudieron demoler completamente los muros subterráneos hay un aparcamiento en superficie ya que no se puede construir, no se puede cimentar.
| Puerta de Brandemburgo |
Nos explicaba con detalle las características, peculiaridades y anécdotas de cada sitio y casi sin darnos cuenta estábamos delante del Muro. A lo largo de la ciudad hay varios lienzos del mismo que se han dejado en pie para recordar que durante 30 años la ciudad estaba dividida físicamente impidiendo la libre circulación de sus habitantes. La guerra fría, la falta de libertad, el totalitarismo…pero no estamos para indignarnos. Sigamos. A 500 metros está el conocido Checkpoint Charlie, el puesto fronterizo controlado por los americanos.
| Gendarmenmarkt platz |
Tomamos la Friedrichstrasse y después de andar un trecho, giramos a la derecha y nos encontramos con la plaza más bonita de Berlín, la Gendarmenmarkt platz. Hay dos iglesias iguales y simétricas, la francesa y la alemana, una enfrente de la otra y en medio el Konzerthaus, la casa de los conciertos, que ya os podéis imaginar para qué sirve. Seguimos andando hasta la Unter den Linden, aunque desgraciadamente hay pocos tilos puesto que están de obras, una ampliación del metro. Pasando por la Bebelplatz, tristemente famosa porque fue el lugar escogido para la quema de libros durante el nazismo (“donde se queman libros se termina quemando personas”), llegamos a la antigua armería real, y pocos metros antes en la misma acera se encuentra la Nueva Guardia, donde hay un monumento que impresiona: una madre con su hijo muerto y ambos están a la intemperie puesto que la parte central de la bóveda está abierta. Trata de transmitir el sufrimiento de los berlineses durante la Guerra y está dedicado a las víctimas de la Guerra y las dictaduras aunque en su origen era un monumento dedicado a las víctimas del fascismo. Pasamos al lado de la isla de los museos, para situarnos ya que teníamos también una visita concertada y volvimos al hotel. 4 horas andando y nos habíamos recorrido casi todo el Berlín histórico.
Entonces, fui consciente de la destrucción casi total que la Guerra causó. Sólo el 5% de los edificios que existían antes de la II Guerra Mundial sobrevivieron a la misma en la zona que recorrimos el primer día. Brutal. Difícil imaginar cuánto sufrimiento tuvo que soportar la población civil alemana, primero con Hitler, después durante los bombardeos y, por último, una tercera parte de la población germana cayó bajo el aplastante régimen comunista. Muchos años de humillaciones y sacrificios.
Esa noche cenamos en un típico sitio berlinés y nos zampamos un codillo asado. No estaba mal pero tiene mucha grasa, así que me dediqué a beber cerveza. Pensé que el servicio era muy amable porque continuamente me traían una cerveza y otra hasta que me enteré que mientras no tapes la jarra entienden que quieres más cerveza. Cuando lo comprendí no estaba en situación ni de razonar ni de discutir con el camarero. Pero lo importante, la cerveza, estaba de lujo.
| Cúpula de Foster |
El segundo día empezamos en el Parlamento donde me impresionó la cúpula de cristal diseñada por Norman Foster. La verdad es que no pega con el edificio pero me parece una genial obra de ingeniería y arquitectura. El resto del día lo dedicamos a pasear por Berlín por nuestra cuenta y riesgo. Pilar nos había recomendado que compráramos el bono de transporte público. Por 16 euros podíamos subirnos al autobús, tranvía, metro, tren…sin límite durante todo un día y hasta 5 personas por ese precio. Por algo más de 3 euros te podías desplazar por la ciudad. La red de transporte público es magnífica y la puntualidad, germánica. Igual que aquí. En eso tenemos mucho que aprender.
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| Por dentro |
Visitamos el Palacio de Charlottenburg, la Postdamerplatz y el Sony Center con una cúpula que trata de emular al monte Fuji que es otra pasada de la ingeniería. Comimos unas salchichas, 4 variedades, todas buenísimas en Maximilians, un típico restaurante bávaro que nos había recomendado. En este sitio conocí la cerveza morena, dunkel. Nos gustó tanto que reservamos para cenar al día siguiente. Volvimos a la Gendarmenmakt platz que tanto nos había gustado el primer día y paramos a merendar en la chocolatería más grande del mundo, Fassbender und Rausch. A mí me prepararon un chocolate a la taza con leche sin lactosa. Igual que aquí en cualquier chocolatería, jeje. Todo magnífico. Esa noche no salimos a cenar, estábamos bastante llenos pero Jaime y yo nos zampamos una botellita de güisqui que habíamos comprado en el dutyshop del aeropuerto. Lo que calculamos para tres días cayó esa noche. ¡Qué bien dormimos! Continuará...
| Palacio de Charlottenburg |

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